jueves, 10 de diciembre de 2009

UNA ESTRELLA


Cuando llegue a este bosque supe que era un bosque mágico, como todos los bosques suelen ser, llenos de susurros, de los susurros que habitan en las copas de los arboles, y que chocan de hoja en hoja, mientras el viento juega con ellos.

Susurros de las criaturas que habitan bajo la corteza de los árboles y que se arrastran por las ramas chocando unas con otras mudándose en cada choque de rama en rama.

Susurros de los arboles que habitan en las raíces y que debajo de la tierra van deslizándose por la tierra montados en lombrices.

También están los susurros que han dejado quienes caminan por aquellas alfombras de hojas que crujen a cada paso, y entre crujido y crujido dejan en el sonido de las hojas una huella y un latido.

Llegue a este bosque por accidente, perdido mientras buscaba un rayito de luz para una estrella que había conocido y que tenía un piquito roto.

Mi Estrella es una Estrella hermosa, como todas las Estrellas, aunque ella tiene un piquito roto, un piquito que se le rompió hace muchos años, cuando aún era una Estrella pequeña, ese piquito roto no la deja ver lo hermosa que es, y le hace llorar cuando se ve al espejo y se ve fea, aunque no sea así, aunque el espejo le mienta.

Pero el piquito roto no la deja ver la realidad, y esta triste mucho tiempo, y llora sin razón, y sus lagrimas son pedacitos filosos de cristal que me arañan el corazón, aun así la abrazo y le digo lo hermosa que es, le pinto con palabras su imagen y con besos le hago trazos en su corazón usando de pintura todo mi cariño.

Pero aun no la veo reír por completo y cuando regresa al cielo donde vive, vuelve a mirarse al espejo y no sé si vea la pintura de mi cariño en su rostro o el reflejo de las mentiras que le cuenta el espejo, así que cuando llego a mi habitación me pongo a pensar en mil cosas para hacerla reír, para hacerla sanar.

He pensado en hacer un pegamento con mi cariño para repararle el piquito que se rompió, así que debe de ser un pegamento transparente como el amor para que al mirarse al espejo no lo note.

También he pensado en hacer un espejo mágico que le diga solo la verdad, como el de Blanca nieves, y grabarle todas las palabras que su belleza me inspira y ponerle un sensor de movimiento, para que cada vez que se ponga enfrente sea mi voz la que le diga lo hermosa que es.

He pensado en abrirme el pecho y con un pedacito de mi corazón hacerle un dije que se cuelgue en el cuello y que cada vez que se mire frente al espejo brille mi cariño para que solo vea su brillo iluminándole el rostro.

Me pregunto como un piquito roto puede opacar tanto su belleza, como un piquito roto puede hacerla sentir tan mal y enfermarla tanto, para mi ella es la más hermosa de las Estrellas que he mirado.

Pero no logro hacerla feliz por completo y sigue llorando cristales, y sigue creyéndole más al espejo que a mi voz que le dice que solo esta su luz dentro de mi corazón.

Y mientras trato de encontrar en libros de alquimia los ingredientes correctos para hacer el pegamento o el espejo mágico sigo esta noche pensando en mi hermosa Estrella y en su luz que esta noche fría me acompaña y me hace sentir su cálido ser envolviendo mi corazón.

Aunque no dejo de preocuparme por estar lejos de ella y saber que puede volver a llorar, y saber que en ese momento no pueda estar a su lado y secarle sus cristales con mis manos para que ella no lastime sus manitas, y decirle que estaré a su lado encontrando la manera de sanarle ese piquito con el cariño que mi corazón ha hecho brotar para ella.

Así mientras caminaba por este bosque mágico y después de muchas noches sin mirar mi estrella encontré a un mago que habitaba bajo la corteza de un árbol.

Sin decirle nada de aquella importante misión que me había llevado hasta aquel bosque, el supo lo que andaba buscando, me ofreció un espejo mágico que solo funcionaba reflejando el corazón de la persona, me ofreció también un pegamento hecho de la ternura que diez hadas habían destilado al suspirar, me ofreció un rayito de luz que la Luna había dejado caer cuando como un beso al mar.

Me ofreció muchas cosas y todas bien podrían haberle ayudado a mi estrella a darse cuenta de lo hermosa que era.

Así que metí en mi mochila todas esas cosas que el mago me había dado, a cambio simplemente de que regresara a presentarle a mi estrella.

Mientras le contaba mi preocupación al mago por ver repuesta a mi estrella, pasaba por aquel bosque un Príncipe montado en un gran caballo blanco.

Siendo Príncipe era un hombre gallardo y apuesto, inteligente y astuto que había ganado mil batallas por su inteligencia y audacia, en aquellos días el Príncipe buscaba una doncella mas, pues algunos Príncipes son tan grandes que una Princesa no les basta, así que salen a buscar doncellas para enamorar y que así su hombría y gallardía no fuera puesta en tela de juicio, además de que un Príncipe necesita que le admiren demasiado y los halagos de una sola princesa no pueden cubrir esa necesidad.

Al escucharme contarle al mago sobre mi estrella, aquel Príncipe pensó que una estrella así podría rendirle más halagos que 20 princesas, y salió cabalgando en su corcel blanco en busca de mi estrella.

Aquel corcel era muy veloz y en el camino encontró a un hechicero que a cambio de un millón de letras para enamoras doncellas, le dio una pócima al corcel para que se volviera un Pegaso.

Así que no tardo mucho en llegar aquel gallardo Príncipe hasta donde estaba mi estrella y al verse ella tan poquita cosa y tan falta de belleza por su piquito roto, se conmovió al ver que aquel gallardo Príncipe se fijara en ella.

No le costó mucho trabajo a aquel gallardo Príncipe convencer a mi estrella de enamorarse del él, pues por ser tan hábil e inteligente sabía muy bien cómo hacer sentir bien a una doncella, y aunque las estrellas son más difíciles para ganarse su confianza, mi pequeña estrella estaba tan dolida por su piquito roto que acepto amar a aquel Príncipe y brillar solo para él.

Cuando por fin después de muchas noches de buscar a mi estrella para entregarle todas las cosas mágicas que aquel mago del bosque me había entregado para curarle su piquito roto a mi estrella ya era demasiado tarde, y mi estrella brillaba en un punto diferente, iluminando una constelación que tenía el nombre de aquel gallardo Príncipe.

Por mas grite su nombre para llamar su atención mi estrella ya no dirigió ni un rayito de luz, al principio me entristecí mucho, pues sentí haber perdido un pedacito de mi corazón, aquel que le quise colgar de dije.

Pero le vi brillar tanto, que su piquito roto ya no se notaba, y supuse que brillaba feliz mientras contemplando a aquel gallardo Príncipe le regalaba brillos en su armadura.

Regrese al bosque con aquel mago, no hizo falta que le dijera nada, quizás porque además de ser un gran mago, mi rostro reflejaba la derrota de mi misión para repararle su piquito a mi estrella.

Con rostro serio me dijo aquel mago, que las estrellas estaban demasiado lejos de nomos como yo, y que su luz es tan grande que debemos dejarles en el cielo para que guíen a quienes se pierden y no reconocen el horizonte.

Desde aquellos días vivo con el mago en aquel bosque mágico, me escondo debajo de la raíz de una jacaranda y cuando las criaturas que habitan ese bosque escuchan el susurro de mi tristeza, despejan las copas de arboles dejándome ver un cielo lleno de estrellas, y sonrió imaginando que mi estrella brilla por fin feliz sin preocuparse por su piquito roto.

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