martes, 10 de noviembre de 2009

REENCUENTROS FRIOS

No recuerdo ya la hora, la Luna no dejaba de brillar sonrojada por el frio. Recorría aquel camino de jacarandas que alfombraba de morado el adoquín de aquellas calles.

El viento revoloteaba tu cabello y te cubría el rostro. Así te recordaba mientras caminaba por aquella alfombra morada con las manos dentro de los bolsillos de mi abrigo gris.

Sonreía tibiamente mientras a golpe del viento llovía morado sobre mí, miraba las copas de los arboles que dejaban pasar la luz de mi Luna.

Tus mejillas enrojecidas por el frio y tu belleza estrellándose en mis pupilas me hicieron bajar la mirada. Así como mi Luna me miraba enrojecida por el frio de esta noche asomándose por entre las ramas de aquellas jacarandas.

Frote mi nariz, me detuve y deje que el viento entrara bajo mi abrigo, cerré los ojos y aspire fuertemente el viento frio para sentir como se entibiaba mi corazón.

Buscabas mi mirada desde el otro lado de la calle, mientras la luz roja comenzaba a parpadear, simulaba estar distraído, pero mis ojos no hacían más que buscar los tuyos. Se fue marchando el frio en aquel semáforo así como ahora que llegaba tu recuerdo por este camino de jacarandas.

Abrí los ojos y mire al cielo, unas nubes rojas cubrieron mi Luna, no podía ver su luz pero sabía que estaba tras aquel mar de nubes rojas.

Te quedaste inmóvil mientras la gente avanzaba al cambio de luz, cruce como cruzo todo aquel conjunto de abrigos y chamarras y manos en los bolsillos, y dos bufandas, un gorro de lana y parejas abrazadas que torpemente trataban de mantener el paso juntos. Pero detrás de aquel mar de gente sabía que estabas tú.

Jamás he visto un copo de nieve, en esta ciudad no ha nevado nunca, aun la temperatura no ha bajado tanto, y simplemente el cielo se nubla, pero no llueve, no nieva, no hay copos, no pasa ese milagro que sería ver un copo de nieve en esta ciudad.

No vi un copo de nieve esa tarde, en aquel semáforo, hacia mas frio que ahora, no había tantas nubes en el cielo, pero al cruzar aquella calle, me encontré con el milagro de tu sonrisa cuando descaradamente mis ojos sostuvieron tu mirada. Estabas tan quieta, apenas y movías la cabeza, tu rostro enrojecido por el frio resaltaba tus mejillas, tus ojos obscuros y brillantes pestañeando por el viento que soplaba. Tu belleza tan violenta que me hacia voltear una y otra vez la mirada, apenado por no poder controlar mis pupilas que insistían en ser el espejo donde tu rostro se reflejara. Saque las manos de los bolsillos, diste unos pasos a la izquierda para ponerte en mi camino. Temblé a cada uno de tus pasos, temblé cada vez que tu belleza se estrellaba en mis pupilas, temblé sin frio, de miedo, de pena, temblé en espera de un milagro.

Casi frente a ti tus labios parecieron decir algo, y temblé más, mucho más, tanto que mi mirada se clavo en el piso y al llegar casi frente a ti di un paso a tu derecha para rodearte. A punto estaba de meter las manos a los bolsillos de aquel abrigo, cuando el milagro de tu mano sosteniendo la mía me hizo temblar una vez más.

Me detuve mientras sorprendido miraba tus dedos entrelazándose a los míos, de reojo note que te volteabas hacia mí, y como una conchita colocabas la otra mano, dejando mi mano en medio de las tuyas.

No tenía valor para mirarte a los ojos, apretaste mi mano entre las tuyas, apreté los dientes mientras jalaba un golpe de aire frio. Fuiste acortando la distancia, cerré los ojos, apreté los parpados como si tratara de creer que aquello era real.

Te acercaste mas, temblé más. El viento alboroto tu cabello una vez más, rozo mi nuca, apretaste mis manos, y congelo las lagrimas que ya corrían por mi cara.

Temblé mas, tembló mi garganta,

-¿Por qué te fuiste?

Rompiste el muro de aire frio entre los dos y recargaste tu cabeza sobre mi hombre mientras frotabas mi mano entre las tuyas, quizás sentiste mis temblores y pensaste que era el frio lo que me hacía temblar, quizás creíste que era el frio lo que tenía mi piel helada.

Es tu ausencia, es tu regreso lo que me hace temblar, lo que me congela la piel.

-no me preguntes porque me fui, pregúntame por que volví.

Deje de temblar aquella tarde, deje de sentir frio en aquel semáforo, sonreí y se entibio mi corazón, como ahora bajo este camino de jacarandas.

Han pasado muchas heladas más, muchos adioses, muchas tardes, muchas mañanas, muchas nubes, y aun encuentro el amor en algún semáforo, en alguna banca, le he encontrado y le he perdido muchas veces más, y vuelve, y volvemos.

Y me entibia el corazón y me llena de sonrisas la noche, y de inviernos los días.

Miro el cielo y no veo mi Luna, pero sé que está allí, no la busco porque sé muy bien donde está.

Sigo caminado sobre una alfombra morada, mientras sonrío después de encontrar el amor una vez más.

COPY..WHAT?

Creative Commons License Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.