viernes, 20 de noviembre de 2009

SILENCIOS INSOMNES

Te encontré sentada sobre un tronco a la orilla de aquella montaña en la que bajo una Magnolia mirabas el cielo preguntándote algo, o preguntándole algo a la Luna.

Te vi entre claroscuros que hacían de tu rostro una ternura tan solitaria que no quise acercarme demasiado en ese instante para no terminar aquella escena.

Pero entonces una lagrima salió de tu rostro y en ella brillo toda la noche, y se opaco mi silencio, y la distancia entre tú y yo sé eclipso, mientras sin que te dieras cuenta se acerco mi mano a tu rostro para secar tu lagrima.

No te sorprendiste, no te asustaste, cerraste los ojos y repegaste tu mejilla en mi mano, mi mano que temblaba tanto o más como todo yo.

Cerraste tus ojos y suspiraste, suspire también para que no hubiera tanto silencio.

Jamás seré una princesa, dijo tu suspiro.

Jamás seré un hombre, dijo el mío.

Tengo roto el corazón me desangro, dijo tu lagrima.

El mío está seco, ya no sangra mas, dijo, mi mano cuando absorbió mi piel tu lágrima.

¿Seré feliz?, preguntaron tus ojos cuando miraron la Luna.

Alguien te busca, respondió el viento cuando en el eco se escucho tu nombre.

Se me desgasta la piel entre caricias, se me desgastan los labios entre besos vacios, se me desgasta el cuerpo cada vez que siento el rechazo, y nadie se queda, y nadie pasa en realidad, y solo me sigo desgastando mas, sin saber si ha valido la pena el buscarme en tantas pieles, en tantos brazos, en tantas palabras efímeras que duran solo lo que tarda una mano en acariciar mi cuerpo.

dijo tu dolor, dijo tu pasado, dijo tu tristeza y tu soledad.

Me senté a tu lado en silencio, mientras tus sollozos vaciaban lágrimas grises.

Pasamos varias noches así, entre lagrimas y silencios, acudía cada noche a esperarte o a encontrarte, a mirarte, a vaciarte.

Al lado de aquella magnolia cada vez que de madrugada te marchabas recogía las lágrimas y el dolor que soltabas, recogía la tristeza y tu soledad y la amontonaba junto con las hojas secas que caían de la Magnolia.

Poco a poco cada noche eran menos lágrimas, poco a poco lo que menguaba por las noches era tu boca dibujando una tímida sonrisa que poco a poco era más permanente.

Después de tres noches sin nada que recoger, te espere con un costal lleno de todas esas cosas que había amontonado, entre hojas secas estaba todo tu dolor, muchas lágrimas, caricias dolientes, besos vacios ya secos por el tiempo, y tres hiedras venenosas que habían echado raíces cerca de la Magnolia y que había arrancado.

Llegaste y te enseñe el contenido de aquel costal, no lloraste, ni hiciste muecas.

Me he quedado vacía, dijo tu silencio.

Te quedan los recuerdos bellos que te llenaran mas dijo la esperanza de verte feliz.

Entonces tomaste aquel costal y parada en la cornisa de aquella montaña vaciaste el contenido dejando que el viento lo regara sobre un bosque mágico que había en algún cuento.

La luz de la Luna convirtió aquellos restos de ti en chispas de colores, que al caer sobre las copas de los arboles se convertían en flores de colores, y en cristales de luz al tocar el agua de aquel rio que corría entre ese bosque.

Sonreíste.

Miraste la Luna.

Seré feliz.

Serás feliz dijo el viento,

y mi voz le hizo eco.

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