miércoles, 11 de noviembre de 2009

MI FRASQUITO DE CAFE

Me duele el brazo derecho, me duele la cabeza, me duele la garganta y me duele.... el corazón.
Desperté más por l dolor del brazo derecho que por otra cosa, sin embargo el dolor de cabeza comenzó en cuanto me puse de pie, la garganta comenzó a dolerme cuando di la primera bocanada mientras buscaba mi celular, el corazón me dolió cuando leí tus mensajes.
Así que decido salir a la calle eran aproximadamente las dos de la madrugada, a esa hora ya ningún transporte público podría llevarme hasta tu ventana, así que comienzo a caminar hasta donde sé que tu cuerpo esta cobijado por los brazos de otro, otro que no soy yo.
Solo tome mi mochila antes de salir y un frasco que antes tenía café y que ahora tenia tubos de oleo vacios, y vacio se quedo el frasco cuando vacié los tubos enrollados sobre la cama, escribiendo con ellos un mensaje sobre la cama, así como se escribe sobre la arena de una isla desierta un mensaje de auxilio con las piedras que hay del otro lado de la isla, en espera de que alguien lo lea desde el cielo.
El mensaje sobre mi cama individual estaba dirigido a mi soledad, que quizás es la única compañía que cabria en esa pequeña cama que uso mas como escritorio o restirador que como transporte para viajar al lado de Morfeo, el mensaje decía así:
“No me esperes esta noche”
Así que quitando los candados que a mi piel aprisionan deje salir a mi corazón para llegar hasta tu ventana.
En el camino fui recogiendo estrellas que quedaban tras de mí, un poco a la inversa de las migajas que uno tira para recordar el camino, francamente no pensaba regresar a ningún lugar, así que fui borrando mi senda al retirar las estrellas que iluminaban mis huellas.
Iba guardándolas devotamente en el frasquito de café, como los peregrinos van recogiendo oraciones cada vez que la falta de fe les ahoga el corazón.
Camine horas siguiendo las vías del tren, que de vez en cuando me alcanzaba ofreciéndome una manera más fácil de llegar hasta ti, pero bien lo dije antes nada es fácil y llegar hasta ti se me complica mucho.
Camine horas siguiendo las suspiros que sueltas por la noche mientras estas en sueños abrazada a ese otro que no soy yo.
Camine horas hasta que las piernas me temblaban cuando ladera arriba tenía que trepar algún cerro que se atravesaba en mi camino, y es que se que hubiera sido más fácil traer una pala y cavar un túnel para atravesarlo, pero me dio miedo que el frasquito de café se estrellara, aunque estrellado ya estaba.
Comencé a llegar hasta la calle donde vives, lo sabía muy bien porque los suspiros se escuchaban más fuerte, tan fuerte que de vez en cuando me encontraba una hormiga quejándose de que con tanto ruido no podía dormir.
Además el aroma de tu cabello se podía ver flotando sobre la calle como neblina que cubre un puerto al amanecer y que hace necesario que el farero se ponga a trabajar, y a falta de un faro pues que mejor que un frasquito de café lleno de estrellas radiantes, que me iluminaron el camino hasta tu ventana.
Así me acerque hasta ella y entre las cortinas te vi allí, recostada, tan hermosa con el cabello regado por la almohada como si fuera espuma de mar que va dibujando figuras sobre la arena, espuma de mar obscura, enredada, suave, si muy suave lo recuerdo aun.
También lo vi a él al lado tuyo, aprisionándote entre sus brazos, como si supiera que de noche en sueños te escapas y que algunas veces soy yo quien planea la fuga.
Sin embargo esta noche tú te aferrabas a su pecho como si no quisieras escapar.
Me quede mirándote iluminada por el frasquito de estrellas que había colocado en el marco de tu ventana, me quede mirándote hasta que las lágrimas se secaron de mi rostro con un rayo de sol.
Y como la obscuridad que se desvanece ante la luz así me desvanecí al momento de que el sol salió y solo quedo sobre tu ventana un frasquito de café lleno de estrellas, con una nota que decía:
“Te he traído la noche para poderte acompañar todo el día.”

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